viernes, 6 de enero de 2012

¡QUÉ INMENSA ABERRACIÓN!


¡QUÉ INMENSA ABERRACIÓN!
Es penoso, muy penoso, el tener que comenzar el año 2012 con este escrito, pero no quiero, bajo ningún concepto, desperdiciar la gran oportunidad de poder denunciar, a los oídos de todo aquel que quiera saberlo o leerlo, que en mi país, la República Dominicana, 236 mujeres —madres y futuras madres— fueron horrendamente asesinadas, dizque por amor por sus esposos, exesposos, novios o exnovios, en el recién pasado año 2011.
¡Qué inmensa aberración!, podríamos gritar. Pero la aberración más grande aún es que, en tal país, los miembros del Ministerio Público (entiéndase procuradores generales y de cortes, fiscales, fiscales adjuntos y fiscalizadores) son compañeritos de  los comités de bases del partido político gobernante; los cuales, casi siempre, han sido designados de dedo por el compañero presidente, el compañero procurador general de la República o cualquier otro compañero o magnate del partido en el gobierno. Y estos funcionarios atienden, en consecuencias y en claras función de sus intereses particulares, más a buscársela o a fantasmear que a cumplir con sus deberes para con el pueblo; pues están investidos como  jueces de la querella, cargo éste que ejercen más en función de amiguismo político o de las prebendas espuriamente recibidas. O sea que allí es en donde está el quid del asunto, esas 236 mujeres asesinadas son una horripilante consecuencia de la ineptitud, incapacidad, desidia, dejadez e imprudente negligencia con las que tales funcionarios políticos cumplen con esa tan delicada tarea puesta sobre sus tan incompetentes hombros. Me pregunto: ¿Hasta cuándo eso será así?
¡236 mujeres asesinadas! ¡Qué aberración, qué atraso, qué revés más siniestro, para la justicia y la sociedad dominicana en general!
Por favor, dominicanos, aun sea de aquí en adelante, actuemos como hombres, como verdaderos hombres, y no como viles asesinos y femenicidas; nunca jamás permitamos que nos juzguen como crueles matadores del ser al cual supuestamente más apreciamos: La mujer amada. Enarbolemos en fin una consigna que rece: Ni una mujer asesinada más ¡Basta ya!
Aquí le dejó con un pequeño microrelato que pretende ser un humildísimo homenaje a esas 236 mujeres asesinadas.

LA VÍCTIMA NO. 236

Él, siempre muy de acuerdo con su extrañísimo sentido del amor, la amó tanto, tanto, tanto que —por causa de ese tan excesivo amor— enceló; y, al encelar así de tal manera e instado por esa desvirtuada forma de ver y sentir al amor, entonces, la asesinó.
Autor: Rodolfo Cuevas©: 06/01/2012;
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