martes, 26 de octubre de 2010

HOY POR TI, MAÑANA POR MÍ


HOY POR TI, MAÑANA POR MÍ
«Soy humano y, como el humano que soy, nada humano me es ajeno», argüía Publio Terencio Afer, aquel famoso comediógrafo  que, antes de ser escritor, fue esclavo de un senador, y no dejaba de tener la más absoluta de todas las razones posibles; nuestros hermanos haitianos, ayer afectados por un desproporcionado terremoto que mató a miles y miles de ellos y dejó a los millones de habitantes de Puerto Príncipe, la ciudad capital, y otra comunidades cercanas viviendo bajo la más terrible y desoladora intemperie, hoy han sido víctimas nueva vez, no sólo de la inclemente furia de la naturaleza, sino también del inmenso desinterés humano proveniente de los poderosos que, cuando Haití era prospera colonia y principal filón del oro y de la plata del universo le explotaban. Ahora, precisamente ahora, nuestros hermanos son perturbados por una despiadada epidemia de cólera que, utilizando la miseria, la insalubridad, el hambre y la pobreza como vías de acceso, amenaza con convertirse en pandemia, extendiéndose hacia toda la isla de Quisqueya y… cuidado…
Ojalá y que ahora los poderosos gobiernos de este mundo unipolar en el que hoy vivimos, secundados por sus serviles adláteres latinoamericanos, no tomen  este nuevo episodio de desgracias de la patria haitiana, que es tan nuestra como la nuestra, para empezar a celebrar cumbre tras cumbre, conmemoraciones éstas en donde los representantes de dichos universales gobiernos a lo que van es a consumir caviar, champagne y otras exquisiteces dignas de reyes o dioses, en tanto que, el pueblo haitiano, a nombre de quien se celebran tales cumbres, continua languideciendo en la más extrema de las miserias.
Ojalá y que dichos amos del mundo, o por lo menos los gobiernos latinoamericanos que, por situación geográfica, resultan ser hermanos de Haití, sí apliquen, ante tal desgracia, la real solidaridad humana, refrendando así aquel antiguo adagio que reza: «Hoy por ti, mañana por mí».
Autor: Rodolfo Cuevas©: 26/10/2010; 
todos los derechos reservados, Ley 65-00.

jueves, 14 de octubre de 2010

DEFENSOR DEL PUEBLO Y DERECHOS HUMANOS


DEFENSOR DEL PUEBLO Y DERECHOS HUMANOS

La defensa de los derechos humanos es, sin duda alguna, la conquista democrática por la cual más sangre humana se ha vertido en el universo. Desde ese ya lejano momento en que se escuchó resonar la prédica liberal, antiesclavista y solidaria de aquel joven profeta de Nazaret, discurso éste que le acarreó su posterior crucifixión; continuando con la forzada proclamación de la Carta Magna Inglesa por parte del rey Juan Sin Tierra (1215); continuando con la valiente Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, dictada en Francia por la Asamblea Nacional, luego de la toma de la Bastilla (1789) y culminando con la posterior Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU),  tres años después del fin de la Segunda Guerra Mundial (1948), el hombre ha pretendido obtener el reconocimiento universal de tales prerrogativas, y en pos de ello ha enfrentado a tiranos que, con sus abusivas y constantes violaciones, han provocado que un mar de sangre corra por entre los surcos de la vida.

En aras de imponer tales conquistas, hemos visto caer personas tan valiosas como: Jesucristo, Mahatma Gandhi, Abraham Lincoln, Martin Luther King  y muchas otras más. En contrapartida, y prohijando sus violaciones, hemos tenido dictaduras tan viles como la de Calígula, Hitler, Mussolini, Franco, Trujillo, Pérez Jiménez, Pinochet y muchas más; y todas ellas han teñido al mundo con su sangrienta huella de terror.
Precisamente para controlar los excesos de poder de tales abusadores enquistados en las poltronas del Estado los pueblos se han dado aquella figura estatal conocida con el nombre de Ombusdman (comisionado, representante o protector del hombre), cuya misión es la de contribuir a preservar los derechos y privilegios que otorgan las constituciones, leyes y principios generales del Derecho a sus ciudadanos; así como también, supervisar los excesos, abusos y violaciones que, contra éstos, cometan los administradores de los poderes públicos o de aquellas empresas privadas que prestan servicios públicos.

En nuestra América Latina a tal autoridad se le conoce como Defensor del Pueblo, siendo sus antecesores más notables los siguientes: En la antigua Grecia los Euthynoi y el Consejo de los Éforos;  en la casi desconocida China, durante la Dinastía Han, hallamos al Yan; en la vieja Roma el Tribunus plebis (Tribuno de la plebe) y luego el Defensor civitatis (Defensor de las municipalidades); en el imperio persa El Ojo del Rey; en España, ya en la Edad Media, El Justitia mayor de Aragón; en América, durante la conquista, El protector de los indios, propuesto por Bartolomé de las Casas, así como el Veedor del Rey; todos ellos poseían en común la sagrada misión de proteger al ciudadano de los abusos y excesos de los administradores públicos.

Como vemos, el Defensor del Pueblo responde al principio de separación de poderes preconizado por Montesquieu y su fin es actuar como fiel garante de los derechos de los ciudadanos ante las administraciones estatales o privadas. Es en este marco que nace el primer Ombudsman constitucional, en la Constitución sueca de 1809, siendo su más inmediato antecesor el Comisario Supremo del Rey creado por Carlos XII en 1713 y al cual posteriormente se le llamó Canciller de Justicia, su función: la de vigilar como los jueces y otros funcionarios estatales cumplían con las leyes.

En nuestro país se creo este puesto de Defensor del Pueblo mediante la ley 19-01 (2001), pero los políticos nuestros, por razones que todos colegimos, jamás llevaron a cabo su nombramiento. Mas, tal puesto fue luego constitucionalizado y, por tanto, ahora se halla contemplado en los artículos 190 al 192 de la nueva Constitución Dominicana del 26 de enero del 2010, con una fórmula que, al parecer, sí hará posible su escogencia; en tal virtud,  creo que los dominicanos, en vez de estar tan negativos y pesimistas ante la escogencia de dicho funcionario, deberíamos vislumbrar un diminuto rayo de esperanza, pues es la primera vez, después de la muerte de Trujillo, que a este pueblo se le hace una concesión tan importante; lo que deberíamos todos es rogar muy fervientemente a la Suprema Providencia, porque el primer Ombudsman dominicano sea un hombre capaz, valiente e irreductible, políticamente hablando, y, sobretodo, que posea muy acrisolados principios morales, a fin de que pueda cumplir efectivamente con la pesada carga que caerá sobre sus hombros y que, por ende, no tema a correr la misma suerte del Justicia Mayor de Aragón Juan de Lanuza (El mozo), en 1591, frente al poder omnímodo del rey Felipe II.

Aupemos, pueblo dominicano, tal escogencia, con fe, confianza y valor, cual si fuera el devenir de un nuevo día; recordando que, en el evolutivo proceso democrático, hay que escoger siempre entre ser espectador o jugador; y sabiendo que los espectadores disfrutan o critican las jugadas desde la comodidad de sus asientos, pero viendo que los cambios son producidos sólo por los jugadores actuando en el siempre espinoso terreno de juego. Escojamos ahora, dominicanos, entre ser espectador o jugador, pensando siempre en como tal decisión afectará a nuestros hijos y, por ende, al futuro de nuestro país; participemos, pues, en las vistas públicas solicitando pulcritud, honestidad y transparencia en la escogencia del que habrá de ser nuestro primer Defensor del Pueblo.
Autor: Rodolfo Cuevas©: 9/10/2010;
todos los derechos reservados; Ley 65-00.

viernes, 8 de octubre de 2010

EL ARTE DE CONVIVIR


Con todo mi cariño, dedico este texto a mi querida amiga María Sáez (administradora  de los blogs Mi pluma de cristal y Algo más que palabras) quien me instó a producirlo.

EL ARTE DE CONVIVIR
El convivir en armoniosa y santa paz con los demás es un arte sumamente difícil, pues siempre existen aristas sueltas que atentan contra la buena marcha de la humana convivencia; mas, y muy a pesar de tales dificultades, debemos tratar de cultivar e implementar con esmero la fraternidad humana, en todo sentido y en todos nuestros ámbitos sociales, ya que bien sabemos que ésta es la clave del avance y desarrollo sostenido alcanzado por toda civilización.
Sin irnos demasiado lejos, podemos analizar (así a simple vuelo de pájaro) el estancamiento o involución sufrido por el mundo en cada uno de los procesos bélicos en que se ha visto envuelto. En consecuencia, también podemos apreciar que las guerras sólo dejan pérdidas al género humano; pues, en ellas, nadie gana y todos perdemos.
Para tratar de lograr una pacífica convivencia en el entorno social en que, a diario, nos desenvolvemos, procuremos vivir en paz con Dios, con nosotros mismos y con todos los demás (incluyendo, claro está, el natural medioambiente), recordando siempre que un saludo afectuoso o una espléndida sonrisa que brindemos tienden a provocar maravillosos efectos de compenetración, solidaridad y hermandad en todos aquellos que con nosotros interactúan.
Si en verdad amamos a la humanidad, la fraternidad y la paz social, fomentemos entonces, en nuestro respectivo hábitat, un clima de muy pacífica convivencia, recordando siempre que, según ya sostuvo Erasmo: “La paz más desventajosa es aún mucho mejor que la guerra más justa”
¡¡¡Que vivan, pues, virtudes tales como la paz, la fraternidad, la solidaridad y la hermandad, ya que esos factores posibilitan que la humanidad viva en la más agradable de todas las convivencias posible: la concordia universal!!!
Autor: Rodolfo Cuevas©: 17/09/2010;
Todos los derechos reservados, Ley 65-00.