sábado, 15 de enero de 2011

SUCESOS TERRIBLES E INOLVIDABLES



SUCESOS TERRIBLES E INOLVIDABLES

En este mes que aún discurre concuerdan, extraña y coincidencialmente, los aniversarios de dos sucesos extraordinarios e inolvidables que, muy a pesar del tiempo que separa a uno del otro, están, a mi entender, unidos como por un cinturón invisible, pero muy palpable y apretujado todavía: el cinto de la discriminación y la extrema pobreza. Deseo resaltar aquí tales hechos, uno producido por las fuerzas incontrolables de la naturaleza y otro por la gran maldad del hombre, trayéndolos a la memoria de mis amigos y contertulios porque, aún sea de maneras muy diversas, son muestras palpables de esa terrible maldad que aún poseen los poderosos del planeta.
El primero de dicho acontecimiento arribó apenas a su primer aniversario y fue aquel horrible y desolador terremoto ocurrido en Haití el 12 de enero del recién pasado 2010, en tanto que el otro ocurrió hace ya 43 años y fue el vil y políticamente planificado asesinato de Martin Luther King, acaecido en Memphis, Tennessee el cuatro de abril de 1968, aunque la mayoría tiende a recordarlo a mediado de enero, específicamente el tercer lunes  de dicho mes, fecha próxima al cumpleaños del sacrificado líder que se verificó el 15 de enero de 1929, y que fue instituido en los EE.UU. como día para honrar su memoria (Martin Luther King’ Day).
El terremoto de Haití asoló la parte más populosa de aquel empobrecido país centroamericano —la ciudad capital y sus alrededores—, razón ésta por la cual aún, a un año de ocurrido, millones de seres humanos siguen viviendo a la intemperie, protegidos por muy frágiles carpas y expuestos a la cruel inclemencia del clima; víctimas, por tanto, del frío, de las borrascosas lluvias y de enfermedades y bacterias tan contagiosas como el cólera; esto sin hablar de los abusos y violaciones que los más fuertes y falto de conciencia ejecutan, en esos improvisados refugios, en contra de los más débiles e indefensos; a tales cosas debemos, además, añadir la plaga del siempre demagógico y clientelar populismo político que rige allí por motivo de elecciones. Todo esto ocurre mientras vemos que los poderosos de este mundo unipolar que hoy nos rige, se regodean celebrando cumbre tras cumbre en diplomáticas juergas y comilonas tomando como pretexto las ayudas que prestarán al vilipendiado pueblo haitiano.
Aquí, haciendo concordar forzosamente tales acontecimientos, quiero destacar que la erradicación de la xenofobia y la pobreza por la cual cayó asesinado Luther King sigue siendo utópica; pues, tales males, aún prevalecen con gran fuerza en el mundo; bien sabemos que Haití no tiene con que reconstruirse por sí solo, pero esto, a los todopoderosos que trazan las reglas del juego en el planeta, le importa un bledo, ya que, allí no existen grande pozos petroleros ni minas de ningún tipo; allí sólo hay lágrimas, dolor y sangre, pues, en Haití, hoy más que nunca, se desnudan a la vista del mundo las lacras miserables de los más terribles abusos humanos y se pone de relieve el cruel abandono en que algunos hermanos ricos sumen a sus más pobres hermanos. Allá podemos notar como la maldad y la falta de amor para con los más pobres aún se hallan patente en cada arteria de nuestro globo terráqueo.
En consecuencia, ni el espíritu de Lincoln, ni el espíritu de Kennedy, ni el espíritu de Luther King, tres grandes prohombres caídos en la lucha por la instauración y prevalencia de los derechos fundamentales del ser humano, podrán jamás descansar tranquilos mientras en el mundo existan la esclavitud (en cualquiera de sus formas), el odio racial y la extrema pobreza originada por la explotación del hombre por el hombre.
En tal virtud, desde aquí llamó a continuar la lucha de esto grandes hombres por la imposición y el respeto universal de los derechos fundamentales de la humanidad. En tal virtud, insto a todos a vivir, conforme a como lo hizo Martin Luther King, en lucha constante por lograr la prevalencia de la paz, la erradicación de la esclavitud, de la discriminación racial y el combate universal a la cada día más creciente pobreza; claro está, esto sin olvidar nunca jamás las vigentes y urgentes necesidades que hoy acogotan al desamparado pueblo haitiano. En tal virtud, desde aquí clamo por que sigan repicando las campanas de la fraternidad, la igualdad y la solidaridad humana; ruego porque repiquen y repiquen,  muy continuamente, del uno al otro confín del universo; en fin, solicito muy ardientemente que unidos nos tomemos de las manos y que, todos juntos, a coro roguemos porque la libertad, la equidad y la justicia social se impongan y prevalezcan sobre las terribles ambiciones de unos pocos.


Autor: Rodolfo Cuevas©: 12/01/2011;
todos los derechos reservados, Ley 65-00.

lunes, 3 de enero de 2011

SOBRE LA CÚSPIDE DE LA TORMENTA


Bueno el 2011 ya está aquí, no hay tiempo ni siquiera para poder mirar hacia atrás; ha llegado cargado de retos, de empresas, de metas y de proezas que debemos realizar, vencer o superar y la única manera de poder felizmente realizarlas, vencerlas o superarlas es: plantado cara a la vida; por tanto, parientes, colegas, amigos y seguidores, les dedico, con muy inmenso amor, mi poema SOBRE LA CÚSPIDE DE LA TORMENTA. Espero que éste sea de su agrado. Les deseo que tengan todos un próspero y muy exitoso 2011, pleno de bendiciones y éxitos, son mis más sinceros parabienes para ustedes, amig@s queridos.

SOBRE LA CÚSPIDE DE LA TORMENTA

Amigos, la vida es ciertamente un tanto complicada;
los comprendo y justifico sus bien fundados temores
pues —todos— quisiésemos que la nuestra, nuestra
particular y muy exquisita manera de existir, discurra
tal cual si viviésemos en un plácido y bienoliente jardín
en donde, por siempre, florecerá la radiante primavera;
mas, bien sabemos todos que eso no es posible y que,
aún cuando así todos lo queramos, nunca jamás lo será;
ya que, aquí en la vida real, debemos batallar a diario
por alcanzar la excelencia en cualquier empresa 
que iniciemos o cosa que nos propongamos hacer.
Sabemos ya que “basta a cada día con su propio afán”;
y que la vida, cual un gigante dormido, despierta
y se despereza aplastando, sin sentirlo, a todo aquel
que se ha quedado amodorrado o rezagado en sus afanes.
Sabemos ya que la Vida no es más que la sutil antesala
de la Muerte y que, ambas unidas, son tan sólo dos caras
adversas de una misma moneda: La de la madre Naturaleza.
Entonces, me pregunto, ¿por qué razón temer a una o a otra?,
si, a resumidas cuentas, venimos a la vida a realizarnos
y no a morir, ya que, dependiendo del grado de realización
que logremos alcanzar, hasta en seres inmortales nos trocamos,
y, en tal caso, el morir —más que morir— sería trascender.
Si sabemos ya que, para cada ser humano en particular,
“todo es —siempre— según el color del cristal con que se mire”
y que, muy irrefutablemente, “cada cabeza es un mundo”,
¿por qué debemos vivir como el otro desea que lo hagamos?
Si colegimos que, cada vida en sí misma, tiene una misión
distinta que realizar aunque, finalmente, ésta resulta en ser
complementaria a las misiones conllevadas por las demás,
¿por qué no cumplir, entonces, con nuestra nimia encomienda?
Si sabemos que “no existe un peor necio que aquel tonto
que se cree un gran sabio partiendo de su propia opinión”,
¿por qué razón debemos continuar bramando y pastando,
cual si fuésemos rumiantes cualquieras, sobre la ínfima
nimiedad de nuestra mínima y particular sabiduría?
Si ya sabemos que debemos vivir en el aquí y en el ahora,
que es, en verdad, lo único que realmente tenemos: el hoy;
¿por qué, entonces, no esforzarnos, desde ese aquí y ese ahora,
en dominar plenamente los previsibles designios del porvenir?
¿Por qué no?, si ya se nos ha dicho que en la vida debemos
comportarnos con la sagacidad y la veteranía de aquel arquero
experto que, con decisión y firmeza, tensa la cuerda de su arco,
pero jamás la dispara sin antes tener la previsible certeza
de que su flecha dará exactamente en el centro de la diana.
Si sabemos ya que “el hombre precavido vale por dos”,
¿por qué empeñarnos en vivir presa de la incertidumbre?
Si sabemos bien que ciertamente “la fe mueve montañas”;
mas, también se nos has enseñado que “el ser que mueve
una montaña comienza moviendo muy pequeñas piedras”,
¿por qué, entonces, no empezar ya a mover las nuestras?
Si se nos has convencido ya de que el hombre no es perfecto,
aunque sí es perfectible y que, por tanto, estamos concebido
a imagen y semejanza de nuestro Supremo Creador, con pleno
dominio sobre los elementos naturales y que, en consecuencia,
tal y como su hijo unigénito, podemos esforzarnos en caminar
sobre las siempre violentas y  encrespadas aguas de la tormenta
para salvar a otro de la maldad en que discurre su existencia,
¿por qué no creerlo dando aún más vigencia a nuestra falta de fe?
Comprendámoslo, podemos y debemos aprender a vivir muy
positivamente, estando siempre “preparado para lo peor”;
debemos de aprender a iluminarnos para la muy inminente
oscuridad en tanto que aún viajamos bajo la luz del Sol;
Hemos de aprender a conjurar los siete años de vacas flacas
sabiendo administrar, muy sabiamente, los siete de vacas gordas.
Siendo así, y poseyendo ese enorme caudal de previsoras intuiciones,
debemos, pues, vivir sin temor y sobre la cúspide de la tormenta,
aprendiendo a vencer las cruentas adversidades mucho antes
de que ellas concluyan venciéndonos a nosotros impunemente;
y sin dudas que ya sabemos que la única manera en que podremos
conseguirlo es: estando conscientemente preparado para lo que sea,
muy independientemente de que sea bueno, malo o regular
aquello que —a nosotros— nos haya de acontecer en el futuro.


Autor: Rodolfo Cuevas©: 30/12/2010;
todos los derechos reservados, Ley 65-00.