EX
CANDIDATO A DEFENSOR DEL PUEBLO; MIS PALABRAS POR ANTE LA COMISIÓN ESPECIAL DE
LA CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA REP. DOMINICANA.
Mis saludos, amigos y amigas. Pido reverentes
permisos a los asiduos seguidores de mi espacio porque trataré aquí un tema
que, a pesar de su universalidad, como es la protección de los derechos humanos
de primera, segunda y tercera generación, se circunscribe al ámbito de la Rep.
Dominicana.
Fui candidato a Defensor del Pueblo con
el muy firme apoyo de ciudadanos y ciudadanas que confiaban en que yo podía
hacer un buen trabajo en tan importante órgano institucional. A todos esos
ciudadanos que confiaron en mí y me refrendaron con su firmas, así como a Pedro
F. Baez (quien piensa que yo puedo ser el mejor presidente de la R.D. y
unificador de Latinoamerica); a Mayte Dalianegra (quien, a ultranza, siempre
respalda mi defensa por los derechos humanos); a mi hermano de raza Reltih (a quien
siempre he sentido solidariamente a mi lado); a Liliana García (quien sin saber
que yo era candidato a Defensor del pueblo, comentó: "Creo que serías el mejor
Ombudsman de tu país, Rodolfo”); y junto a ellos a: Asun, María
Saez, Melody Paz, María Teresa López, Carmendy, Paqui Quintana, Rodolfo de
Jesús Chavez Mercado, Norma Ruiz, Carmela, Noemí, J. M. Ojeda, Vicsabelle, Bea, Mimosa,Charo Cruz,
Sor Cecilia, Sherezade, en fin, a todos mis amigos, amigas, seguidores y
seguidoras, aunque sé que un poco tardío, le dedico éste mi discurso de
aceptación de candidatura a Defensor del Pueblo, el cual cuelgo aquí, para
quienes deseen leerlo y en el que les muestro y demuestro que sí hice mi trabajo:
DISCURSO
DE RODOLFO CUEVAS
Mis saludos, honorables
congresistas;
mis saludos, damas y caballeros
presentes:
Sean mis breves palabras un honroso tributo a la memoria de ese Defensor del Pueblo por antonomasia muy recientemente fallecido: Don Freddy Beras Goico.
Soy, Señoras y señores, Rodolfo
Cuevas, un humilde abogado litigante con algo más de 12 años de experiencia en
dicho oficio, que, a muy corta edad, tuvo la oportunidad de formarse en los
institutos castrenses de la nación; de manera más específica ingresé, siendo
prácticamente un imberbe, a la institución que tiene por misión sostener el
orden público; más adelante, cuando aún era sólo un estudiante de término de
Derecho obtuve, por concurso, la valiosa oportunidad de integrar al equipo de
Supervisión a Tiempo (SUAT) del AILA-JFPG; compuesto, tal equipo, por
supervisores civiles y militares que velaban por la prestación allí de un
servicio eficiente. Más luego, debido a mis marcadas dotes gerenciales, fui
enviado, a estudiar Seguridad Aeroportuaria y Reglamentación de Aeronáutica
Internacional, al Instituto Militar de Educación Superior (IMES); en el cual,
después y siendo ya un profesional del Derecho, me convertí en asesor de
monográfico de varios oficiales
superiores de las Fuerzas Armadas de la República que cursaban entonces la
“Especialidad en Comando y Estado Mayor Conjunto”. Poco más tarde, la vida me
concedió la oportunidad de graduarme en el primer diplomado de CRIMINALÍSTICA
(ciencias de las investigaciones criminales) impartido por el Colegio de
Abogados de la República Dominicana, coordinado éste por el Dr. Ramón Pina
Acevedo y en el cual fueron profesores los mejores investigadores castrenses y
judiciales del país. Es decir, que aprendí sobre gerencia, supervisoría, don de
mando e investigaciones en las mejores escuelas posibles de la nación: Los
institutos castrenses, el Colegio de abogados, las instituciones investigativas
y jurisdiccionales de la República y otros organismos estatales.
A propósito de supervisoría, recuerdo que Yaqui Núñez del Risco, a la sazón gobernador del AILA-JFPG y, por ende, nuestro superior inmediato, decía que “un supervisor no es más que una extensión de los ojos y oídos de su superior” y, estudiando y estudiando, me enteré que, congruente con esto, al antecedente del Defensor del Pueblo en el Imperio Persa se le denominaba EL OJO DEL REY; en tanto que al antecesor de dicha figura aquí en América, además de PROTECTOR DE LOS INDIOS, se le llamó VEEDOR DEL REY. De tales ejemplos deduzco, pues, que un Defensor del Pueblo no es más que un supervisor; sí, un supervisor que debe velar porque imperen la legalidad, la legitimidad y la lealtad en las actuaciones de los poderes públicos y las empresas prestadoras de servicios públicos para con el soberano de todos: el pueblo. En fin, creo que a eso se debe ir a la Defensoría del Pueblo, a velar y supervisar porque se dé el correcto cumplimiento a las disposiciones legales. Por tanto, para mí, un Defensor del Pueblo no es más que eso: un supervisor de la legalidad pública.
La pregunta básica que hoy debo responder, por ante este solemne hemiciclo es: ¿Por cuál razón aspiro a ser Defensor del Pueblo o, en su defecto, uno de sus adjuntos? Le diré que la razón por la cual deseo detentar dicha posición es porque siento dentro de mí ser un defensor de vocación, tal y como lo demuestran los numerosos procesos contra abusos y excesos de autoridad que he seguido —algunos de ellos aún abiertos por ante los tribunales de la República— y porque, además, considero que es justo poner un freno a esos abusos y excesos que, a diario, cometen contra la población algunos funcionarios de los poderes públicos o empleados de organismos privados que prestan servicios públicos en el país.
Estoy muy firmemente convencido que sólo con una Defensoría del Pueblo neutral y apolítica, que ejerza una magistratura moral, capaz y persuasiva, acompañada de una supervisión eficiente, que aplique ejecutorias legales, convincentes e irrefutables y que, ya muy en última instancia, y sólo en caso de que se persista en los abusos y violaciones que se traten de corregir, ponga en marcha una eficaz maquinaria de denuncia nacional o internacional, se acabará con los abusivos excesos de autoridad que algunos desconsiderados jueces, fiscales, policías, militares y demás funcionarios, administradores y empleados de empresas públicas o privadas comenten en detrimento de los derechos esenciales de la población dominicana.
Por tanto, de ser designado como Defensor del Pueblo o adjunto, por los augustos congresistas de mi país, no vendré a confrontar con ningún poder del Estado, pero sí a ejercer esa moral magistratura, con la dignidad, la capacidad y la apolítica, pero neutral responsabilidad requerida. Desde allí propugnaré porque, a través de pequeños libros, folletos, carteles y anuncios publicitarios, tanto radiales como televisados, se active una campaña educativa, en cuanto se refiere a Moral, Civismo, Derechos Humanos, garantías fundamentales y demás prerrogativas legales y constitucionales inherentes a los ciudadanos y habitantes de la República Dominicana. Trataré de que dicha entidad funcione a la altura tecnológica que demandan los tiempos y de que ésta esté debidamente afiliada a los organismos regionales, continentales o internacionales constituidos por sus pares. Actuaré con suma honestidad, llevando siempre en mi memoria el lema aquel del viejo, pero exitoso equipo de Supervisión a Tiempo (SUAT) del AILA-JFPG que enunciaba: «La honestidad es un insulto a la perversidad de los corruptos»; tomaré como norte la premisa de los gloriosos héroes del 27 de Febrero que nos enseña que: «Muy dulce y decoroso es morir por la Patria»; y haré completamente mío aquel proverbio castrense que reza: «Si el cumplimiento del deber me trae enemigos, pues, bienvenidos sean éstos».
Juro y prometo, antes ustedes, honorables congresistas, ciudadanos y ciudadanas de la República que, de ser designado como Defensor del Pueblo o adjunto, muy recta y correctamente, cumpliré con mis deberes y obligaciones de supervisar la legalidad pública, de los actos del Estado y de las empresas privadas prestadoras de servicios públicos, aunque en el alma me pese.
Es cuanto, muchas gracias a todos.
Palabras expresadas por Rodolfo Cuevas ante la Comisión Especial de la Cámara de Diputados de la Rep. Dominicana, el 26 de noviembre del 2010, en las vistas públicas para escoger al Defensor del Pueblo