Así, muy burlonamente,
le motejaban todos aquellos que ahora le trataban, tan sólo porque un día, acosado
por la asfixiante situación económica que yugula desde siempre a su mal
administrado país de origen, decidió montarse en una embarcación artesanal, de
esas denominadas yolas, para (subido
en tan frágil y rudimentario armatoste) atravesar entonces leguas, leguas y muchas
más leguas de infinitas e impredecibles aguas marinas —por demás, habitadas por
hambrientos tiburones— hasta lograr arribar a las prósperas costas del
colonizado país vecino. Mas, después de un tiempo de estar malviviendo allí ilegalmente,
coligió que aquella titánica empresa no había valido la pena; pues se arriesgó hasta
a perder la vida (lo más valioso que posee el ser) en razón de que en su país
no hallaba empleo, tan sólo para encontrarse ahora con que allá, en el envidiado
país vecino, sí que había empleos, pero cuando él se los solicitaba a los
encargados diciéndole: «Patrón, yo quiero trabajá y hago lo que sea legalmente:
trapeo, barro, chapeo y hasta friego y lavo platos, si quiere.» Éstos, con muy profunda
altivez, tan sólo le respondían con aquel sarcástico: «Aquí no hay trabajo para
ningún mojaíto.» Y entonces él, muy entristecido, ante lo desconsiderada de la respuesta
y el mote, recordaba (y hasta valoraba ahora) aquella frase dicha y requetedicha, en su país de origen, por
el alocado del barrio en que vivía: “Del mismo modo en que el pez respira y
nada en sus aguas, cada quien, en su país e’ gente”.
Autor: Rodolfo Cuevas©: 04/06/2012;
todos los derechos reservados, ley 65-00.
* Mote despectivo con que denominan
en Puerto Rico a todos los dominicanos que han arribados en yolas (frágiles
embarcaciones de madera) luego de atravesar el peligroso Canal de la Mona y el
mar Caribe.