martes, 26 de enero de 2010

HAITÍ, EN EL VÓRTICE HEGEMÓNICO DEL MAL


Pido perdón por el hecho de continuar con el ya casi olvidado caso haitiano, pero esta nueva entrada está motivada en los diversos comentarios hechos a la publicación anterior por mis amigos y seguidores; mi propósito, en ella, es aclarar algunos conceptos históricos que, en dichas acotaciones, se tocaron. A todos le digo: Mil gracias por su firme apoyo...


HAITÍ, EN EL VÓRTICE HEGEMÓNICO DEL MAL


«Debió ocurrir un terremoto en Haití, la capital quedar destruida y miles de ciudadanos morir bajos los escombros para que los ojos del mundo pudieran fijar su atención sobre Haití, cuyo drama humano desborda y llega ahora a su extremo, pero viene de lejos.» Fragmento noticioso tomado del periódico Listín Diario, columna Sondeo del periodista dominicano Luis Encarnación P.


El mal ha posado ese poderoso aguijón de muerte, desolación y desesperanza que posee entre sus protervas alas, sobre Haití, el cual, sin duda alguna, es el país más empobrecido de América. Sabemos que allí ha acaecido una tragedia natural sin parangón en nuestro continente; mas, a mí, que nadie pretenda venir a sustraerme a los líderes políticos haitianos, latinoamericanos y mundiales de sus responsabilidades ante tal suceso, para, entonces, correr a echar la culpa de tan infausta desgracia a Dios o a la Naturaleza misma, seres éstos que, al no estar presente en la Tierra, no podrían defenderse de los cargos imputados. Tampoco deseo ver que quieran acusar a dichas entidades, de la galopante e incontrolable corrupción gubernamental, de la siempre creciente cifra negra de la delincuencia, de las grandes facilidades operativas otorgadas por las autoridades (todas) al narcotráfico internacional, de los múltiples vicios —por faltas de una adecuada supervisión y control estatal— en las construcciones públicas y privadas, ni, mucho menos, del ominoso hecho de que tal país, al igual que muchos otros de la región, se haya convertido en muy promisoria tierra de nadie.
Haití —tierra alta, en lengua aborigen—, la parte occidental de Quisqueya, la Hispaniola o Isla de Santo Domingo, se originó con la despoblación de esa parte de la isla ordenada en 1603 por el rey español Felipe III y llevada a cabo por el gobernador Antonio de Osorio de 1605 a 1606 (razón por la cual se le denominó Devastaciones de Osorio). Tal y como indica el sentido de la palabra devastar, se despobló esa zona de la isla  para —sea por impotencia, miedo u omisión— permitir las acciones delictivas de bucaneros, corsarios y filibusteros, especies de aventureros y delincuentes europeos de la peor calaña (a los cuales, muy estratégicamente, se unían los negros esclavos que, logrando escapar de sus amos blancos de la parte oriental de la isla, se refugiaban en aquellos lugares en busca de libertad),  y arrasaban y desolaban los territorios, poblaciones y mares cercanos y, más luego, corrían a esconderse en la impunidad que le brindaba aquel descampado santuario del crimen.
Hoy como ayer, los contrabandistas de todas layas —como los bucaneros, corsarios y filibusteros modernos que son— les interesa mantener al Estado haitiano descabezado, sin autoridades ni control organizacional de ningún tipo; pues sabemos que se dice, en lo referente a la falta de organización, que a mar revuelto, ganancias de pescadores; y, muy al propósito del vocablo organización, decía Napoleón Bonaparte: Quítenme los ejércitos, quítenme los recursos económicos, quítenme los alimentos, pero no me quiten la organización, porque sólo sin ella estaré perdido; y, precisamente, eso es lo que, los imperios terrenales, han eliminado en Haití: La Organización, ya que, allí, no existen instituciones de ninguna clase y los gobiernos no son más que meras figuras decorativas que, aupadas por los espurios intereses creados, buscan proporcionar una falsa imagen de democracia...
Lo que no puedo entender es por qué razón Latinoamérica —Haití es parte esencial de ésta y no de África, como creen algunos despistados—, ha permitido tan pasivamente que, con referencias a tales casos, se nos aplique aquel famoso y eficaz divides y vencerás; tampoco por qué razón si América —la de los norteamericanos— es de los americanos y si Europa ha creado con éxito su Comunidad Económica Europea, nosotros, los latinoamericanos, no nos integramos en un solo bloque que, con objetivos, recursos y organismos comunes, nos permitan protegernos y socorrernos mutuamente, antes eventualidades como las recién acaecidas a nuestros hermanos haitianos... Es indudable que nosotros, los latinoamericanos, integrados en un solo bloque, seríamos autosuficientes y mucho más fuertes y eficientes (económicamente hablando; pues, la violencia, en cuestión de desarrollo, cae en un segundo plano) que cualquiera y, lo que es mejor, jamás tendríamos que vernos en la penosa necesidad de soportar que los maléficos imperios del mal —que todos sabemos cuales son— jueguen con nuestras muy ocasionales desgracias...
Hoy vemos que Haití, nuestro hermano en común, está envuelto en el vórtice hegemónico del mal y, como se trata de un país que nos posee ni diamantes ni oro ni petróleo —aunque sí una gran dignidad humana—, no puede interesar jamás a quienes se creen los supremos guardianes del mundo. Hoy parangonando el I HAVE DREAM de Martin Luther King hijo, quiero acotar que yo también poseo un sueño (sé que es una utopía, pero es mi sueño): El sueño de una Latinoamérica unida, en donde sus hijos seamos valorados por nuestras condiciones, capacidades e ideales humanos y no por el simple color de nuestra piel...
Haití, amigos, es un pueblo inherente a toda Latinoamérica, por ende, es nuestra responsabilidad reconstruirlo y extirpar el caos que, desde tiempos inmemoriales, allí se ha enquistado; pues La Maldad no prevalece sobre la humanidad por el expreso deseo de quienes hacen el mal, ya que, éstos, minoría son, sino por la permisividad y omisión de aquellos que, aún detentando autoridad y poder para detenerla, permiten que ésta se practique; por tanto, como país latinoamericano que éste es, tiene todo el derecho a existir y prosperar en santa paz... Por eso desde aquí les digo: Fuera de allí contrabandistas, narcotraficantes, proxenetas y oportunistas de todas layas; fuera de allí paramilitares ladrones y políticos corruptos; fuera de allí, de una vez y para siempre, imperialistas y serviles,  fuera de allí hordas de malvados y delincuentes...


Autor: Rodolfo Cuevas©: 21/01/10;
todos los derechos reservados, Ley 65-00.

lunes, 18 de enero de 2010

UN GRITO SOLIDARIO POR HAITÍ


«Los políticos de nuestros países —los cuales, históricamente, no han sabido educar a nuestros pobres pueblos y que, en el ánimo de enriquecerse a costa del erario público, nos han convertido en cuna del imperialismo, de la corrupción y del narcotráfico— son los mayores culpables de nuestras vicisitudes y catástrofes —incluyendo hasta las naturales—, ya que, a mayores vicios de construcción en los edificios públicos y privados, mayores serán las desgracias ocurridas. ¡Analícelo usted muy detenidamente y verá!»

UN GRITO SOLIDARIO POR HAITÍ
Haití y Dominicana, pueblos hermanos
y alas geodésicas de un mismo pájaro son,
pájaro éste que, muy a duras penas,
transita con su pesada carga a cuesta
por entre los exigentes cielos de la vida;
hoy, ese pájaro insular, está herido,
herido de muerte en su ala occidental;
hoy, hasta el tropical calor humano
emanado de nuestros gemelos pueblos,
amainado está por la lúgubre frialdad traída a la isla
por la siempre intempestiva llegada de la muerte;
hoy Dominicana llora, con impotencia suprema
—aunque nunca  jamás cruzada de brazos—,
la postración inevitable de nuestro hermano siamés;
hoy imploramos desde aquí, desde el ala oriental
de Quisqueya, mucho más que en un canto, en un grito
desgarrador por  el dolor de nuestros más cercanos vecinos,
porque millones de manos solidarias apoyen, pero ya mismo,
la pronta recuperación del siempre valioso pueblo de Haití;
recordemos hoy aquí que, así, tal y como lo dijo Terencio,
resultará ser siempre, y mucho más aún ante las inefables
desgracias naturales que, sin avisar ni tocar, caen como rayos
sobre diversos segmentos humanos, dijo él y dijo muy bien:
Como el  humano que soy, nada humano me es ajeno...
cuestión ésta que, en el más llano lenguaje, se traduce como:
Lo que hoy ves que se hace por el destrozado Haití,
mañana podría estar haciéndose por ti...
Solidaridad, desprendimiento, filantropía y algo más,
es cuanto necesitamos para hacer avanzar la humanidad
hacia estadios superiores de bondadosa hermandad...
Para con Haití, elevemos hoy, al más alto grado posible,
la tea imperecedera de la humana solidaridad...

Autor: Rodolfo Cuevas©: 18/01/2010;
todos los derechos reservados, Ley 65-00.

domingo, 10 de enero de 2010

SUPERMAN AL RESCATE DE SU ABUELA


Nueva York (La Gran Manzana)


“Perdonen la posible carga de crueldad que, su espíritu sensible, pueda detectar en este relato; pero, como habitantes de un mundo loco, dominado por el flagelo de las drogas, debemos comenzar a asimilar que la realidad —de donde fue extraído este cuento—, pura realidad es... y visto está que, el narcotráfico, si no se le combate con bravura y determinación, concluirá acabando con la sociedad humana.”
El autor.

SUPERMAN AL RESCATE DE SU ABUELA

En décadas anteriores el crack —un derivado barato de la cocaína— tomó por sorpresa las calles y avenidas de la populosa ciudad de Nueva York y, juntos a éstas, los cerebros de todos aquellos cabezas huecas que, muy desesperadamente, buscan escapar de la cruda realidad de la vida a través de las falsas claraboyas que les proporcionan los alucinógenos; y, como sucede que, estos seres, viven envueltos en una banal e ilusoria existencia, culminan provocando una serie de hechos estremecedores que conturban los sensibles espíritus de todos aquellos que aún permanecen en la vida real.
Tal fue el caso de Juan Luis Placencia, un joven dominicano que, haciendo el periplo desde su país a Puerto Rico —vía yola—, y desde allí a Nueva York —luego de casarse falsamente para obtener sus documentos de viajes—, concluyó radicándose en el decimoctavo piso de un rascacielos  juntos a tías, primos, primas y abuela. Dicho joven, como casi todos los que arriban a La Gran Manzana, llegó soñando con una vida plena en realizaciones —el llamado sueño americano—, mas se encontró de frente con el fuerte choque cultural y la, para él, infranqueable barrera del idioma, ya que odiaba este y cualquier otro tipo de aprendizaje; al cabo de un tiempo se vio sin trabajo y sin metas definidas que seguir, razones por las cuales terminó envuelto en el tenebroso mundo de las drogas —el denominado universo de la vida fácil— y no sólo cayó en su distribución y venta, sino también en el uso y abuso de su consumo.
Sus tías, primos y primas, al verlo ahora envuelto en dichas ilícitas actividades, le pedían encarecidamente que se marchara de la casa; mas, él pensaba: “¿Cómo lo hago si todo lo que obtengo con la venta de estupefacientes vuelvo a reinvertirlo en mi personal consumo de crack?” Tan sólo su abuela, una viejecilla añosa, parapléjica y confinada a una silla de ruedas, mantenía el más absoluto silencio —quizás ésta ni hablaba ya— en torno a la situación que éste vivía. Por tal motivo, alegaba él sentirse sumamente identificado con ésta y su delicado estado de salud, tanto así que decía estar buscando afanosamente una fórmula para curarla. Según decía, sabía, por boca de un hindú que era su más asiduo cliente, que en algunos lugares de la India solían curar la parálisis proporcionando un buen susto a quien la padecía.
Un buen día, muy temprano en la mañana, dicho joven se apareció con un bien confeccionado traje de Superman, su tía mayor —por cierto la más cascarrabias de todas— le preguntó que si pensaba asistir a alguna rezagada fiesta de disfraces, pues, que ella supiera, ya Halloween había pasado; mas, él, le contestó que no, que sólo quería demostrarle a todos ellos que —si así se lo proponía— era capaz hasta de salvar al mundo. Sus parientes quedaron pasmados ante tal respuesta, pero, pensando que ésta era producto de sus quiméricas elucubraciones de cocainómano, decidieron marcharse hacia al trabajo dejándole, como hacían siempre, en compañía de la abuela; total, ellos eran quienes mejor se llevaban en aquel extraño hogar; pues, con él, ella comía sus alimentos y se tomaba sus medicinas mucho más fácil que con todos los demás.
Tan pronto como Juan Luis se vio prácticamente solo, se suministró su correspondiente dosis de crack, se puso su vistoso traje de Superman y, acto seguido, tomó en brazos a la frágil viejecilla, a quien concluyó arrojando por una de las ventanas de aquel decimoctavo piso hacia al incierto vacío; para, muy inmediatamente, lanzarse él tras el pronto rescate de su estimada abuela...

Autor: Rodolfo Cuevas©: 08/11/2009;
todos los derechos reservados, Ley 65-00.

domingo, 3 de enero de 2010

LA POESÍA, MI PERENNE COMPAÑERA


Plenilunio (Rodolfo Yuri Cuevas)


Muy estimados amigos y amigas, estamos ya de regreso y aprovecho para desearle un 2010 pletórico de muy felices parabienes; o sea, les deseo que tengan en éste, que apenas acaba de comenzar, el mejor de todos sus años de vida. Gracias les doy por su presencia en mi existir; gracias les doy por sus comentarios y consideraciones; gracias les doy por el amor y el respeto con que me tratan. Aquí, en mi primera entrada de este año, le dejo con un poema bastante personal; espero les guste tanto como me gusta a mí. Así que, por su apoyo sin condiciones, gracias del alma.

LA POESÍA, MI PERENNE COMPAÑERA


A mi hermana Gladys María Cuevas Batista (Marilyn); pues,
tú, al regalarme el libro Enamorado de la paz,, de Danny Rivera,
me inspírate el mágico cantar de este poema. Te quiero mucho.

Soy, lo que se dice, un ser socialmente soltero
y sin compromisos maritales algunos,
razón, ésta, por la cual muchos, muy a menudo,
me inquieren: «¿Por qué está tan solo?»
Hoy aprovecho la ocasión para responderle:
«No, nunca jamás estoy solo; pues, desde que vi
la luz de la existencia, la poesía perennemente
me acompaña, guiándome,  entreteniéndome
e instruyéndome con su ritmo, su rima,
sus imágenes y su antiquísimo trovar,
por entre los amplios caminos de la vida;
ella es mi gran e inseparable compañera, y lo es aún
más, en los mal denominados instantes de soledad;
ya que, en verdad, ésta no existe ni existirá jamás,
pues, se trata tan sólo de un particular estado mental.
Gracias a Dios que, para mí, la soledad, no es más
que la madre indiscutida de la creatividad;
y, ella, conduce a la poesía a vivir dentro de mi ser,
inspirándome a crear mis versos con gratificante placer
y acompañándome con el melódico trinar de su canto
y sus múltiples y siempre bien matizados encantos.
Por tales motivos, yo, nunca jamás estoy o me siento estar
solo; pues, en todos aquellos muy aparentes momentos
de tristezas, de amarguras o de extrema soledad,
la poesía me impregna, me bautiza y hasta me santigua,
dotándome con el supremo galardón de la creatividad
y guiándome a vivir en esa paz que tan sólo puede dar la libertad.

Autor: Rodolfo Cuevas: 27/12/2009;  
todos los derechos reservados, Ley 65-00.