domingo, 18 de octubre de 2009

TRAPISONDECES


Fragmento del Jardin de las delicias de Hieronymus Bosch El Bosco).


Así como hablamos de idioteces, sandeces, estupideces y otras malolientes heces, podríamos calificar de trapisondeces aquellos insólitos acontecimientos que, de manera muy continua, ocurren en Trapisonda. Allí, las cámaras televisivas de los canales noticiosos del país, captaron a varios diputados de la República mientras que,  fraudulentamente, votaban en la vista de una reforma constitucional, por ellos mismos y por otros colegas ausentes. ¿Imaginen qué constitución podría ser aquella? Si, además de estar amañada, cercena los derechos esenciales, niega a los ciudadanos el libre acceso a las playas y demás balnearios públicos y prohíbe el aborto, lo que equivale a aupar su comercialización, pues todo aquello que socialmente se prohíbe incrementa extrañamente su demanda... y... hasta su valor...
En tal lugar, los partidos mayoritarios se reparten el país por pedacitos, cada dos o cuatro años, cual si fuera éste una vulgar torta de harina y los demás ciudadanos, dizque siempre preocupados por la salud política de la nación, no conforman un frente común que los enfrente, porque todos aspiran al mismo puesto: La sacrificante Presidencia de la República...
La energía eléctrica existe y se cobra en Trapisonda, pero es extraño ver luz allí —a menos que no sea la del día—, esto en razón de que las plantas energéticas siempre están apagadas a fin de ahorrar dinero con que pagar la creciente e infartante deuda externa que ya se ha tornado eterna... Aupadas por las tinieblas provenientes de la sombría y tenebrosa oscuridad de la noche, las infracciones y perturbaciones sociales han tenido un aumento tan inconcebible que el ministro de lo interior, además de haber prohibido la vida social después de la medianoche, acusa a su propio gobierno de incentivar el auge de la delincuencia y, por ende, del incremento de la violencia...
Y, el inefable director de la Policía —un subalterno del anterior—, se ha dedicado ha utilizar su ya perdida credibilidad para falsear la verdad: un día apresó al dirigente máximo del sindicato de los médicos, quienes exigían ciertas mejoras saláriales, y fotoshopeó las fotos que mandó a los medios de comunicación para ocultar las esposas que lo constreñían; mas su protagonismo alcanzó alturas teatrales cuando, en un reciente secuestro, reveló que el supuesto secuestrado escapó y fue liberado a la vez por la Policía, a pesar de que, sus temibles captores, lo tenían en una alta e incomunicada montaña, pasando hambre, esposado, con frío y sin poder dormir, éste apareció, 22 días después de plagiado, mucho más saludable, limpio, oloroso y bien afeitado que antes del secuestro. Y, según él (quien aún no se sabe cómo rayo abrió las esposas y escapó de sus raptores), jamás vio los rostros de sus plagiarios, puesto que éstos siempre estaban encapuchados; mas, al día siguiente del inaudito escape, acompañado del director de la Policía, fue a la morgue del Departamento Nacional de Patología Forense y sin dudar un instante, identificó los cadáveres de éstos, precisamente por sus rostros. Según el director policial, tales delincuentes, mágicamente, habían muertos el día anterior en un recio intercambio de disparos acaecido con agentes policiales algunos de los cuales fueron heridos y hasta ascendidos; pero, días antes de su muerte, los alegados malhechores habían sido entregados, vivitos y coleando, por autoridades y habitantes del lugar en que se efectuó el supuesto secuestro, a la propia Policía.
Y de aquí se desprendió que, en el colmo de todos los colmos posibles, el Alcalde de la población, quien, como principal autoridad del lugar, dirigió y llevó a cabo el apresamiento de tales sospechosos y su posterior entrega a la Policía —vivitos y coleando como resaltamos antes— revelara que el propio director de la Policía le pagó 5,000 pesos a fin de comprar la complicidad de su silencio ante tan patético caso; aquí es obvio que resulta aplicable el precepto jurídico aquél que reza: A confesión de parte, relevo de pruebas.
¿Y qué del Presidente de Trapisonda ante estos extraños sucesos? ¡Éste, muy bien gracias! En realidad, él es un hombre serio, bastante serio, lo lamentable es que jamás ha ejercido con verdadera honestidad su tan comprometida seriedad...

Autor: Rodolfo Cuevas©: 17/10/2009;
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