Cuando llegaste a mi vida,
con tu regia belleza de sirena,
la encontraste: triste, amargada
y con un inmenso chorro de penas
que transitaban caudalosamente
por entre mis escuálidas venas.
Y así, como rosas marchitas, mustias
e inexorablemente despetaladas
que caen en fuerte y ágil torrente,
se esfumaron todas mis amargas penas
cuando abrió tu amor su fuente.
Rodolfo Cuevas.
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