MI ZAHIR*
Me he percatado de que, yo
—al igual que los árabes, Borges,
Coelho y muchos otros soñadores más—
también poseo un zahir (mi propio zahir).
Sí, y así, tal y como sucedió a ellos
en su debido momento, a mí también
me coge y me sobrecoge ese recuerdo
tan poderoso, incisivo y permanente
que, además de no permitirme ni tan
siquiera el acto de razonar correctamente,
menos me consiente el de poder dormir.
Y eres tú (erótico motivo de mi vivir,
que, totalmente, subyugas mi soñar,
mi pensar y hasta mi forma de sentir)
esa bella e invariable presencia
que, tornándose en intangible zahir,
se me ha vuelto inseparable
y, hasta cierto punto, inolvidable.
Sí, eres tú ese asiduo pensamiento
que se me ha trocado en ingénito
y no consigo olvidarlo ni obviarlo,
por más que eclipsarlo intento.
En fin, tú, señora de mis sueños imposibles,
eres ese dulce y afable tormento de mi existir,
que, sin buscarlo, quererlo, ni pretenderlo yo,
se ha convertido en el ingente zahir de mi vivir
que hoy, adueñándose de mi forma de pensar,
no me permite soñar ni, mucho menos, dormir.
Autor: Rodolfo Cuevas©: 13/11/2009;
derechos
reservados, Ley 65-00.
*Según el escritor Jorge Luis Borges,
la idea del Zahir procede de la tradición islámica, y se estima
que surgió en torno al siglo XVIII. En árabe Zahir significa
visible, presente, incapaz de pasar desapercibido. Se aplica a algo o alguien
con el que, una vez entramos en contacto, acaba ocupando poco a poco nuestro
pensamiento, hasta que ya no somos capaces de concentrarnos en nada más. Y, a
eso, se puede considerar como santidad o locura.