ATAVIADO DE AMOR
(Microrrelato)
Cierto
día en que conversaba con un joven, de ésos que los pensadores solemos llamar
víctimas de la moda —fashion victims
les denominan los Mass media—, me
aconsejaba éste sobre la pertinencia de cambiar mi clásico y anticuado estilo de vestir (según su parecer, anquilosado
en el siglo XIX o XVIII) por un estilo un poco más moderno y vanguardista. A
seguida, pasó a demostrarme los caras y modernas que (siempre de acuerdo con él) eran
sus muy actualizadas vestiduras. Así fue señalándome, diseñador, precio,
estilo y hasta tienda en que había comprado él las horrorosas (claro que para
mí) vestimentas que adornaban su esquelética anatomía. Yo, con ganas de reír —por
respeto al sujeto no lo hice—, tan sólo esbocé una sutil sonrisa y, acto
seguido, le dije: «Pues, oye y observa bien, te revelaré, amigo, que yo, en mi
clásico estilo de vestir, y sin pedir nada a nadie, siempre ando ataviado del
más puro amor. Por ejemplo: ves estos zapatos que hoy cubren mi pies, fueron
comprados para mí por un amigo en la Quinta avenida de Nueva York; este hermoso
pantalón fue un regalo de una hermana que lo adquirió en aquella misma ciudad;
esta hermosa camisa es también un caro obsequio de otra hermana que, igualmente,
reside allí en la Gran Manzana; en tanto que, un sobrino, me envío a través de
su madre, esta preciosa chaqueta azul que hoy luzco; la corbata (te gusta mi
corbata, ¿verdad que sí?), es un regalo especial de una de mis preciosas
sobrinas; en tanto que, el reloj que hoy exhibo en mi muñeca izquierda, me lo
regaló mi querido padre; la vida, como tú bien sabes, es un regalo de la Suprema
razón de Ser, venida a través de mi madre y mi padre; mas, para no cansarte el
cuento, te diré que hasta mis interiores, mi perfume, mi correa, mi pañuelo, mi
cartera, el pisa-corbata e incluso este costoso lapicero que hoy llevo en el
bolsillo de mi camisa, son todos amorosos obsequios, comprados con muy inmensos afectos
y pensando en mí, por ell@s (mis herman@s, sobrin@s, cuñad@s, amig@s y hasta
admiradoras y admiradores). Creo que con esto ya ha sido más que suficiente
para poder demostrarte que, más que de fastuosas, fachosas, caras y ridículas
vestimentas que sólo me harían ser víctima de un exiguo momento de la moda, yo
siempre ando ataviado del más puro y grande amor.»
P.D.
Utilizo este breve
relato para dar gracias a tod@s aquell@s que, de vez en cuando (que es
muuuuyyyyyy a menudo) me llenan de amor con sus valiosos, apreciados y siempre bien
recibidos obsequios y reconocimientos. Se les quiere y gracias del alma, pues, por su cariño.
Autor: Rodolfo de Jesús Cuevas; 29/04/2014
todos los derechos reservados, ley 65-00.
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