TODO FLUYE
Todo fluye, han pregonado
desde siempre
los seres más sabios del
universo y en verdad que eso
es así, pues no sólo el agua
posee la extraordinaria
facultad de fluir, sino que
también fluyen las energías
(sean éstas positivas o
negativas, oscuras o luminosas,
o estén ellas o no
rebosantes de optimismo
o cargadas del muy
anquilosante pesimismo);
y a las incontables monedas,
se les ve fluir y refluir
con entera libertad, en un
constante ir y venir
por entre los innumerables
intersticios del planeta.
Tras un leve y sucinto
análisis nos convenceremos, amigos,
de que, muy ciertamente,
todo fluye tal y como debe ser;
pues hasta los buenos y
malos pensamientos fluctúan y convergen
libremente en la conciencia
del ser (el reducto cierto de la libertad),
ya que, sólo en los
recónditos confines de su cerebro el ente humano
concluye siendo
verdaderamente libre, hasta de los peores lazos.
Todos sabemos bien que, en
la naturaleza, existen tres grandes reinos:
el animal, el vegetal y el
mineral, también sabemos que, en adición
a estos reinos, el ente
humano, motivado por su siempre egocéntrica
ambición, se dio a la
nefanda tarea de crear, sobre éstos, un cuarto reino:
el de lo material y
superfluo; regido éste por el poderosísimo caballero
don Dinero, el rey de todas sus
mundanas y materiales apetencias…
Pero no todo es desgracia en
esta inefable vida, ya que, lo que hace daño
al ser no es el dinero en sí
mismo, sino el gran amor que él por su acumulación
desarrolla, haciendo de éste
un dios metálico, de grandes virtudes y grata
sonoridad y, por tanto,
presente u omnipresente en todos los actos de su vida;
mas, si éste se utiliza con
sabiduría, puede propiciar muchas obras de bondad.
Todo fluye, decíamos al
principio y que, inclusive el dinero, también puede hacerlo
para bien, en virtud de que
éste es como el agua, la cual si se halla estancada se pudre, hiede y crea
miles y miles de bacterias que luego resultan ser molestas e indeseables.
Y de la misma manera que el
agua para con los terrenos, el dinero también, empleado
con equitativa conciencia,
posee ese inmenso poder de poder contribuir a embellecer
y reverdecer a las humanas sociedades
en que fluyen asiduamente sus caudales.
Todo fluye, dije al inicio,
todo fluye, concluyo diciendo al final; y es que, en verdad
es responsabilidad exclusiva
del ente humano provocar que aquí, en el
mundo,
en vez de las negras divisas
de la venganza, del odio, del rencor y la maldad,
estén constantemente
fluyendo y floreciendo sin cesar la justicia, el amor y la bondad.
Autor: Rodolfo Cuevas©: 16/07/2011.