EL DON DE LA PALABRA
Aquel extraordinario artífice, que
había trabajado sin cesar durante 144 horas corridas, notó, después de agotar
su único día de descanso, que su creación era totalmente muda, es decir,
silente e incomunicada. Por tal razón, extendió su báculo y de éste emergieron
un sinnúmero de mariposas, peces y avecillas multicolores que, muy prontamente,
se expandieron por el azul infinito. «Hágase la palabra», se le escuchó decir
con armoniosa gravedad y toda su antes silente creación empezó a comunicarse.
Autor Rodolfo Cuevas©: 02/08/2010;
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