martes, 31 de julio de 2012

PURAS COINCIDENCIAS


PURAS COINCIDENCIAS

Aristócles, el de las anchas espaldas —razón ésta por la cual en la historia se le conoce mejor con el sobrenombre de Platón—, decía con sumo orgullo a sus numerosos alumnos que su maestro, quien había sido, por muchos cuerpos de ventaja, el hombre más sabio de este mundo, sostenía que su inmenso saber se cimentaba sobre el único hecho de saber que no sabía absolutamente nada; el cual es, en realidad, el verdadero principio de todo conocimiento: partir de cero en cualquier investigación que se realice.

Además, decía el bueno de Aristócles a sus muy atentos discípulos, que su extraordinario preceptor sabía más que cualquier otro ser mortal porque, primero, luchó por conocerse a sí mismo y luego se esforzó por conocer a los demás. Y, es muy obvio que, se hace mucho más fácil el poder sacar la minúscula paja que ves en el ojo ajeno cuando primero has extraído la enorme viga que sabes hay en el tuyo.

Dicho maestro, a pesar de su vasta sabiduría —la cual se traducía en invaluables aportes a la humanidad—, fue injustamente sacrificado por sus compatriotas. Los cargos: Negar el poder de los dioses, semidioses y demás divinidades del Olimpo griego, predicar muy impíamente la existencia de un solo Dios (supuestamente único, todopoderoso y omnipotente) y, además, corromper, con éstas y otras enseñanzas similares, a la sana juventud de su tiempo. En cuanto a la forma de ejecución que sufriría por su osado atrevimiento, se determinó que: Sería envenenado, en acto público, por medio de la obligada toma de la ya famosa Cicuta.

Mas, al de las anchas espaldas, se le olvidó advertir a sus numerosos discípulos que todo parecido de éste, su sabio maestro del pasado, con otro gran maestro del futuro —que también sería igualmente sacrificado, o mejor crucificado, por tan sólo sugerir a los seres humanos: “Amaos los unos a los otros”—, sería tan sólo un asunto de puras coincidencias.

Autor: Rodolfo Cuevas B.©:10/10/2003;
todos los derechos reservados, Ley 65-00.

miércoles, 4 de julio de 2012

BREVE HISTORIA DE UN AMOR



BREVE HISTORIA DE UN AMOR
Yo te miré, tú me miraste;
me enamoré, te enamoraste;
yo te besé y tú me besaste;
¡cuánto te amé, cómo me amaste!
Mía tú fuiste, muy tuyo fui,
te acaricié y me acariciaste;
yo te gocé y tú me gozaste,
feliz te hice, feliz me hiciste;
te disfruté y me disfrutaste.
Mas, pasó algo que nos enojó,
tú te alejaste y me alejé yo;
en ti pensé, tú en mí pensaste,
y ciertamente, nos extrañamos;
pasado el tiempo todo murió,
tú me olvidaste y te olvidé yo.
Así fue todo y muy justo fue,
se extinguió el sol que nos abrazó,
juntos a la vez, nos olvidamos;
y con el sueño, que un día nos unió,
murió ese amor que ambos forjamos.
Autor: Rodolfo Cuevas©: 28/06/2012;
todos los derechos reservados, ley 65-00.